martes, julio 07, 2009

Nuestro corresponsal en La Habana

Publicado el martes, 07.07.09
Nuestro corresponsal en La Habana
JORGE FERRER

J. M. Martí Font, corresponsal del diario El País en Bonn cuando cayó el
muro de Berlín, ha contado como los corresponsales cubrieron la rueda de
prensa en la que un despistado funcionario estealemán anunció que el
libre trasiego por los pasos fronterizos entre los sectores oriental y
occidental de Berlín quedaba abierto.

Atónitos ellos mismos, los periodistas redactaron y enviaron sus notas.
Dos horas más tarde se encontraron con que la ciudad era un hervidero de
gente. Asistieron al asedio masivo que acabó echando abajo el muro. No
fueron sus notas las que provocaron los disturbios, pero la manera en
que la multiplicaron sirvió para que constataran el poder de la palabra
que circula por los teletipos para saltar de allí a la radio, la
televisión, la prensa.

Se trata de un placer que anima a todos los corresponsales que son
destinados a zonas de guerra o países sometidos a conflictos. Nadie como
ellos asiste al pulso de la historia. Pegados a los protagonistas, gozan
del privilegio de narrar la historia --no apenas ''una historia'', sino
la historia--, desde una posición de outsiders, que tantas veces les
cuesta mantener.

Los corresponsales de la prensa extranjera en Cuba pertenecen a esa raza
de quienes viven en la zozobra de la espera por un vuelco en la
historia: la caída de un régimen anacrónico, cuya propia perdurabilidad
los seduce. Pero no es esa su única zozobra, como narra Isabel
García-Zarza en La casa de cristal. Diario de una corresponsal en La
Habana, un libro donde retrata la vida de sus colegas a la vez que nos
pasea por la cocina de la información que difunde la ''prensa libre''
desde Cuba. Una crónica del día a día de quienes concilian el oficio de
informar, el embrujo que les produce la realidad de un país donde no
sucede nada y la insoportable presión de un estado policial que
distingue entre periodistas nacionales y extranjeros tan sólo para
graduar la presión.

El relato de Isabel García-Zarza, quien trabajó en la corresponsalía de
Reuters en La Habana entre 2000 y 2004, se inicia con su llegada a país
que no conocía y da un vuelco cuando comenzó a experimentar ''un miedo a
algo desconocido que nunca había sentido antes''. Desde entonces supo
que ya no podría contar lo que quisiera, sino lo que le permitiera el
Centro de Prensa Internacional, una dependencia del Ministerio de
Relaciones Exteriores que funciona como la policía de la ''verdad'' que
desde Cuba se cuenta al mundo.

Informar desde Cuba implica la condena al cotidiano escrutinio de cada
línea que se escriba, estar expuestos al regaño constante, a la
vigilancia que lo mismo se manifiesta en el amable compadreo que en la
amenaza de revocarles los visados. Nada comparable a la presión que la
ley mordaza entraña para los periodistas independientes cubanos, pero
igualmente eficaz.

La insatisfacción de quienes exigen una información veraz sobre la
realidad de la isla suele pasar por alto que los hilos de noticias que
salen de La Habana son el fruto de un permanente estado de negociación
con las autoridades cubanas. Y si el interés de las empresas que han
conseguido una corresponsalía es mantenerlas a toda costa, muchos de
esos corresponsales tensan la cuerda con astucia y entablan un hábil
quid pro quo al que debemos una cobertura de la actividad disidente que
habría sido imposible hace unos años. Por muchas de esas piezas se
responde de lo que el castrismo llama ``la verdad sobre Cuba''.

''Nuestros corresponsales en La Habana'', quienes alimentan la prensa
libre que leemos en el exilio y los responsables de la aceptación o el
rechazo al régimen en el mundo son profesionales en vilo. Pero
cualquiera que siga el estira y encoge de las noticias que llegan desde
allá alcanza a sentir la vida que hay detrás de notas con fuentes que
piden el anonimato y anonimatos que son manantial del que brota esa
realidad que las autoridades cubanas quieren escamotear al mundo.

Como para aquellos corresponsales que asistieron al fin del muro de
Berlín, en el Vedado o Marianao hay una ''paladar'' esperando darles a
''nuestros corresponsales en La Habana'' la sorpresa que hoy apenas
consiguen adivinar y, a veces, se atreven a insinuar.

www.eltonodelavoz.com

JORGE FERRER: Nuestro corresponsal en La Habana - Opinión - El Nuevo
Herald (7 July 2009)
http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/491546.html

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